domingo, 3 de marzo de 2013

Sports news de fútbol

 Dice adiós al fútbol por la vida de su hija.

El delantero, que pasó por Belgrano en 2001, se jugó la vida por su Gabriela. Abandonó su porfesión y decidió donar un órgano. El pasado 7 de diciembre se jugó la vida y hoy se siente orgulloso de su acción.
A los 36 años, Ariel Giaccone sentía que el fútbol lo era todo. Hasta que la vida prendió una alarma y entonces, dejó el deporte para jugarse la vida por su hija.
Gabriela, su hija, de 19 años (producto de una relación anterior a su actual matrimonio), necesitaba un trasplante para seguir viviendo y Ariel supo que debía hacerlo. Y así, el pasado 7 de diciembre le donó un riñón para que pudiera tener una vida normal y se ganó para siempre el orgullo de ser un ejemplo dentro y fuera de la cancha, según publicó hoy La Voz de San Justo.

Ariel pasó por Belgrano (se lo recuerda por un gol a Unión de Santa Fe en 2001), Sportivo Belgrano, Ferro, San José (Bolivia), 9 de Julio de Morteros, y también jugó en equipos de Altos de Chipión, Centro, su último equipo fue Porteña Asociación.

-¿Cuándo comienza esta historia?
-Me entero a mediados de abril de la enfermedad de Gabriela, puntualmente se llama deficiencia renal. Hicimos varios estudios hasta que a mediados de junio el doctor Mateo nos comunica la enfermedad después de no saber bien qué era. Hasta se llegó a pensar que era anoréxica, pero en definitiva el tema era que sus riñones no funcionaban.

-¿Cuándo y cómo tomas la decisión de ser el donante?
-Lo hablé mucho con Laura, mi esposa, y ella supo entenderme. A Gabriela el riñón le iba a funcionar sí o sí, a mí me aparecieron los temores normales de semejante operación, pero siempre encontré el apoyo de mi familia. En agosto viajamos a Córdoba con el doctor Pablo Novoa, empezamos a hacer todos los estudios por el tema de la compatibilidad. Hay que analizar seis ramas, la más importante es la sangre. Nuestros hijos tienen la mitad de cada factor de los padres y ese 50% tiene que ser exacto a la hora de trasplantar.

-Y llegó el día… ¿Cuántas cosas pasaron por tu cabeza camino al quirófano?
-Todo sucedió en el Sanatorio Allende en Córdoba, mi operación duró cerca de seis horas, Gabriela un poco más pero muy parecido. Por suerte salió todo bien. Me sentía muy tranquilo, siento que Dios me dio esa tranquilidad. Siempre pensé en positivo: el miedo estaba, pero nunca lo trasmití a mi familia. 


Comentario de texto.  

Esta noticia nos narra la historia de un jugador de fútbol cuya hija sufre deficiencia renal, es decir, que sus riñones no funcionan bien. El deportista, vinculado al mundo del futbol sudamericano, había jugado en varios equipos, pero decidió dejarlo todo cuando supo que su hija estaba enferma. Tomó la decisión de ser él quién le cediera un riñón a la joven e iniciaron todo el proceso de pruebas médicas hasta llegar al día de la operación. El jugador encontró apoyo en su mujer aunque la niña no fuera suya y superó todos los nervios anteriores a la intervención. Ahora se siente contento, piensa que ha valido la pena y acepta que tuvo miedo aunque nunca lo dijera.
En mi opinión esta acción hace ver que los futbolistas no son todos iguales, que no todos buscan el dinero y son unos prepotentes. Este acto es fruto de los valores de cada persona, porque no todos estarían dispuestos a arriesgar su vida por la de otra, aunque fuera un pariente cercano y más sabiendo que, por muchas pruebas médicas que se realicen, el paciente al que le transplanten el  órgano puede rechazarlo y no servir de nada la operación.
Por otra parte, y aunque tenga poco que ver con la carrera futbolística del protagonista, hay que destacar su actituud valiente ante la intervención, al no expresar el miedo que sentía para que los de su alrededor no estuvieran mal también y para no hacer sentir mal a su propia hija.
En un terreno más personal cabe decir que yo, por una persona cercana a mi, estaría dispuesta a hacer algo similar y, aunque no sea comparable, tengo que resaltar la gran labor que realizan los donantes de sangre y los donantes de órganos que, aunque no arriesgan su vida, si ayudan a muchas personas que lo necesitan.
Por otra parte, sin quitarle valor a la acción de este deportista, también tengo que decir que  este hecho se repite en el seno de muchas familias que pasan por situaciones similares y que no se ven tan valoradas o no se dan tanto a conocer porque son personas más humildes.
En conclusión, no debemos prejuzgar a la gente porque no todos los que están sobre un campo de fútbol son igual  de creídos y esta noticia nos lo demuestra.

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